Migrar, Re-existir y bordar el Futuro

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To Migrate, Re-exist, and Embroider the Future
Written by:
Rocio Cárdenas Pacheco
Doctor in Social Sciences and Humanities from the Universidad Autónoma Metropolitana Cuajimalpa. She was the winner of the University Merit Medal for her doctoral generation 2013-2016. Her research areas focus on critiquing cultural and social phenomena from a multidisciplinary perspective, mainly through digital media. As...

Yasodari Sánchez en conversación con Rocío Cárdenas P.”

Por Rocío Cárdenas.

En el cauce del Río / Yasodari Sánchez Museo de Arte Contemporáneo MARCO
Mty. NL. 31 mayo-1 septiembre 2024.

RC Rocío Cárdenas

YS Yasodari Sánchez

RC: ¿Cómo contribuye tu trabajo con comunidades migrantes centroamericanas e indígenas contra la opresión?

YS: Yo siempre he creído que el arte es el dispositivo que permite comunicar disciplinas diversas. Mi labor como artista se ha centrado en brindar apoyo a comunidades y a diferentes colectivos; que desde otras formas de acción quedan atrapados en la normalización de ciclos de precariedad, violencia y miseria. Debido a que a veces diálogos propuestos desde el trabajo social, los servicios y atención ciudadana, y las ONGs que trabajan con migrantes no alcanzan ni a proveer, ni a apoyar de forma más integral.

El arte comunitario manifiesta diferentes formas desde las cuales, las circunstancias de los tipos de migración han cambiado tanto la lógica de las prácticas humanas como de las prácticas artísticas. Eso te lo puedo decir desde mi experiencia de casi 15 años trabajando con migrantes en la zona urbana de la ciudad de Monterrey Nuevo León en el noreste de México.

Creo que para mí la primera acción desde el arte es reconocer los derechos humanos de las personas, dignificarlas, compartir su migración. Platicar con ellxs, contarles mi propia historia de vida, compartir la comida, las fiestas, los funerales, las despedidas y las pérdidas. En pocas palabras conocernos. La migración es un flujo continuo, a veces es alta a veces es baja. Pero nunca desaparece.

Una circunstancia fundamental es que en cada momento los estados migratorios nos aportan saberes diversos que no son posibles de abordar desde una lectura lineal. Por el contrario, las migraciones humanas son multidimensionales y globales.

Mural Sonidero en espacio público. Mercado San Luisito. Archivo y documentación de Yasodari Sánchez. 2021

RC: ¿Cómo han cambiado las migraciones especialmente las de las mujeres en estos últimos años?

YS: Las migraciones contemporáneas desde lo que yo he podido revisar, analizar y acompañar han dejado de ser esas lejanas crónicas históricas que habitaban en el baúl de los recuerdos familiares. Las migraciones han cambiado no solo en sus formas, sino en sus poblaciones receptoras modificando sus lógicas y su prácticas en el escenario urbano de la ciudad de Monterrey; abordando diferentes realidades muy duras como el racismo, la violencia, el machismo y la xenofobia. En mi caso, por ejemplo cuando estuve trabajando con diferentes poblaciones de migrantes centroamericanos (hace unos 12 años) me di cuenta que lo que sabía sobre la migración hasta ese momento estaba muy alejado de la realidad. No había una huella o un registro de la figura de las mujeres que migran.

El sesgo sociológico era que la población migrante estaba compuesta solo por hombres. Solo los varones se lanzaban al viaje, a la aventura, pero la mujer quedaba excluida de ese relato y de esa realidad: fue durante ese momento (2013) que realizamos el Primer Informe sobre Mujeres Migrantes Centroamericanas en la ciudad. No teníamos documentos o investigaciones (académicas ya fuera de sociólogos, antropólogos o trabajadores sociales) nadie había escrito nada al respecto de la inmigración de mujeres. En primer lugar partimos desde la acción de visibilizar a las mujeres migrantes, que integraban otro tipo de flujo y que también tenían una serie de necesidades de acogida al llegar a la ciudad. Nos dimos cuenta (claro, ahora puede sonar muy fácil enunciar eso, pero en ese momento fue algo importante de señalar) de lo que significaba en ese momento venir sola o en caravana migrante siendo mujer. Exponiéndose a los peligros del camino, todo lo que tenía que pasar una mujer (violencia sexual, robos, abusos, misoginia) además de la exclusión y rechazo de acogida por las casas de migrantes de aquella época (que en su mayoría estaban dirigidas por asociaciones católicas). Para mí se trató de adoptar nuevas maneras desde las cuales ellas pudieran generar estrategias de seguridad y acogida.

Uno de los puntos fundamentales en este Informe fue darnos cuenta que las propias mujeres migrantes desde antes de empezar el viaje se apoyaban entre ellas, había toda una instrumentalización (precaria si tu quieres) pero una cadena de apoyo desde la cual se decían que hacer en caso de abuso sexual o quedar embarazadas en el trayecto. Muchas de ellas llegaban a Monterrey en avanzado estado de embarazo y necesitaban buscar un lugar desde el cual las pudieran apoyar con servicios médicos para dar a luz a sus hijos. Fue cuando con la escuela de derecho pudimos gestionar un acompañamiento legal para apoyar a las mujeres con sus hijos (para que pudieran ser atendidas en el sistema de salud y registrar a sus bebés como mexicanos). Hace un poco más de 10 años eran otras condiciones de la ciudad. No se reciben tantos migrantes. Por ejemplo, no había migración haitiana. Las mujeres migrantes eran centroamericanas principalmente hondureñas y salvadoreñas.

Casa del migrante Casa Nicolás, Guadalupe, Nuevo León. Archivo y documentación de Yasodari Sánchez. 2012.

Otra de las acciones fue realizar un mapa de empleadores (que pudieran darle trabajo a esas mujeres) algunas otras migrantes venían con sus hijos pequeños y lo único que podían hacer para distraerlos era llevarlos al parque. En los albergues para migrantes como en la Casa Nicolás los dejaban salir a las 7:00 am y si las mamás se tenían que ir a trabajar (en lo que pudieran) dejaban a sus niños en esos parques hasta las 5:00 pm hora de entrada al albergue. En Casa del Forastero no recibían mujeres. Algunos y algunas pedían dinero en las calles, entre todos se cuidaban. Entonces, creo que en ese momento lo que podíamos hacer a través de las prácticas artísticas era pensar en otras maneras de explicarles sus derechos humanos. Explicarles también que podían escolarizar a sus hijos en el sistema educativo estatal y que también podían acceder a la educación. Acompañarlas para que conocieran las obligaciones del estado mexicano.

Para mí esas experiencias me permitieron darme cuenta que en cualquier abordaje comunitario y en especial en las situaciones tan complejas de estas comunidades de mujeres es importante articular acciones desde lo sensible y lo humano. No solo reunir datos duros. Entonces yo hacía talleres de foto con los niños, organizaba loterías y luego a veces investigaba cosas que tenían que ver con la memoria sobre sus ciudades de origen (ellas les llaman departamentos). En aquella época me acuerdo que había unas tarjetas telefónicas de $20.00 pesos y se las rifaba. Les hacía preguntas súper fáciles y les pedía que al terminar de hablar con sus familiares me compartieran alguna parte de lo que habían hablado. Había un teléfono público lleno de personas haciendo fila. Esa experiencia la recuerdo con mucho cariño por que nos reíamos mucho con los concursos de preguntas y todos se la pasaban bien. Otro aspecto con el que trabajé con ellas fue la comida. Por qué la comida local no les gustaba y hacían comunidad a partir de lo que comían así que me di a la tarea de conseguirles los ingredientes que necesitaban para preparar sus platillos. Ellas organizaban cenas o comidas y fueron momentos importantes para hacernos amigas y compartir.

Casa del migrante Casa Nicolás, Guadalupe, Nuevo León. Archivo y documentación de Yasodari Sánchez. 2012.

RC: ¿Por qué razones lxs migrantes hondureños en Monterrey no hacían comunidad?

YS: Esa respuesta tiene que ver con las cosas que pasaban en ese momento. La primera con la precariedad con la que llegaban. No es como una migrante indígena (nacional mexicana) que viene migrando a la ciudad. Ellas tienen que cuidar donde vivir, donde habitar, que sea una habitación segura obviamente por la irregularidad de situación debido a que no tienen documentos. El segundo problema es que no salían mucho, por lo tanto que no podían hacer comunidad. Las salidas eran en grupos de 2 o 3 personas y hablando lo menos posible. Cuidaban mucho que no se escuchara su acento (en español) tenían mucho miedo de los agentes de migración en México, si los paraban señalaban que eran de Veracruz. Solían aprender de memoria el himno nacional y la biografía de algunos caudillos de la revolución. . . tuve muchas anécdotas con los policías de Guadalupe (municipio de la zona urbana de Monterrey) porque era una gran colonia de hondureños. Para ellos (los policías) era frecuente que los extorsionaran. Por esas razones eran diferentes las circunstancias de migración de las mujeres centroamericana comparándolas con las migraciones de mujeres indígenas mixtecas en Monterrey (por ejemplo).

RC: ¿Podrías contarnos tu experiencia de trabajo como artista con las comunidades de mujeres indígenas en zonas urbanas de Monterrey Nuevo León?

YS: Yo inicié (2013) colaborando principalmente con las mujeres indígenas mixtecas y nahuas. Ellas por el contrario tenían que juntarse (es una asunto cultural). Al llegar a la ciudad tienen que buscar a su familia (filial o afectiva). La construcción de comunidad estaba centrada a través de sus prácticas como cocinar, bordar y celebrar sus fechas religiosas (de sus comunidades de origen). Por ejemplo en febrero ellas celebran al Señor de Chahuatlan[1]. Son migrantes originarias de la zona de la Huasteca Hidalguense donde el estado de Veracruz colinda con Hidalgo y Zacatecas. Yo ya tengo como 12 años yendo a su fiesta en la ciudad. Se reúnen para la fiesta en un sitio aquí mismo en Monterrey. No siempre pueden ir a celebrarla hasta el rancho y es un momento donde ellos contratan conjuntos versátiles de la comunidad son muy musicales. Incluso hay flechazos y enamoramientos de mujeres que conocen a chavos que vienen de otros ranchos de la zona de Imatlán y se conocen aquí en Monterrey, particularmente en la Plaza Mariano Escobedo La Alameda en el centro de la ciudad. Es decir, sus relaciones intercomunitarias (especialmente entre hombres y mujeres) son muy diferentes. Fue cuando me di cuenta también que volvemos a lo mismo; siempre es importante saber las cifras (el dato duro) de saber cuántas mujeres indígenas migran a Monterrey como destino de vida, de trabajo y de educación. Pero principalmente siendo sensibles a sus saberes que ellos tienen en sus comunidades y vienen con ellos.

Banda As de Oro. Comunidad Mixteca en la Colonia Héctor Caballero, Villa de Juárez, Nuevo León. Archivo y documentación de Yasodari Sánchez. 2023.

RC: Cuéntame de tu obra llamada “mano de obra”

YS: Esa pieza la realice pensando justo en la cuestión de nombrar la mano de obra de los migrantes centroamericanos a partir de sus huellas digitales, pero también a partir de casos específicos de secuestro que sucedieron en Casa Nicolás casa del migrante y en el municipio de Guadalupe con hondureños específicamente. No hubo información después de estas desapariciones. Su mano de obra es literal, pero también la huella como identidad única de cada individuo, fue por eso que salió de ahí la idea de tomar muestras de sus dedos, huellas como pequeñas esculturas que a distancia parecían piezas de gis para la escuela.

Indices de Mano y Obra. Archivo y documentación de Yasodari Sánchez. 2017.

Después realice las piezas de “tamaño credencial”. Bueno creo que para este momento ya te has dado cuenta que la condición migrante de las mujeres es peor que la de los hombres porque recuerdo que en ese momento a las migrantes centroamericanas las contrataban de una empresa de lavado de plásticos; una de ellas se llenó de hongos los brazos porque tenían polvo de mucho tiempo atrás. Entonces no tenían Seguro Médico y le pagaban $40.00 pesos el día de 8:00 am a las 3:00 pm. A diferencia de un hombre centroamericano al que le pagaban $100.00 pesos por día (que era poco también) pero era mucha diferencia.

Otra cosa que notamos en el Informe fue que no había tantos empleadores para mujeres. Eso también hacía pensar que el interés de los empleadores era con  los varones y en  actividades fuertes.

Indices de Mano y Obra. Archivo y documentación de Yasodari Sánchez. 2017.

RC: Podríamos mencionar algunas diferencias entre los migrantes centroamericanos o los migrantes indígenas en sus procesos de adaptación en comunidades urbanas.

YS: Cabe mencionar que para que un indígena urbano llegue a sentirse más seguro e integrado al llegar a vivir a la ciudad de Monterrey. Han pasado muchas cosas, entre ellas una transformación a pesar de que el estado de Nuevo León (en base a datos oficiales del gobierno mexicano) en el año de 2015 fue nombrado como el lugar con mayor discriminación de todo el país. Y estamos hablando que el flujo más alto de la migración de indígenas fue en la década de los noventa (del Siglo XX), entonces llegaron a la zona del Río La Silla (a la zona sur de la ciudad) en los límites de Monterrey y Guadalupe) los nahuas. Ellos encontraron territorios similares a los que habitaban allá en Veracruz. Además, vinieron muchos en familias y son grupos muy numerosos de personas. Entonces eso también los hizo establecerse en un desplazamiento poblacional grande en el que había una seguridad en términos de habitación (casa-terreno-trabajo) que muchas veces los migrantes centroamericanos no la tienen.

Los migrantes indígenas aquí tienen casi 40 años de construir familias completas y van por la tercera o cuarta generación. En cambio los migrantes centroamericanos no tienen nada de eso, ellos llegan (pensando que será momento de paso) y terminan quedándose porque no pueden pasar a Estados Unidos. Incluso las mujeres viven un doble abandono porque los hombres las dejan solas con sus hijos. Es decir se regresan a Honduras o El Salvador y no se quedan a construir familia (menos comunidad).

En ese tiempo (década de los noventa) no había este flujo de migrantes centroamericanos (por lo menos) no en los niveles que hay ahora. Además el narco y el crimen organizado además de la violencia que existe en las fronteras como Matamoros, Reynosa, Piedras Negras hacen que retornen a Monterrey a pesar de toda su dureza discriminación y dificultades un lugar mucho mas seguro para vivir y donde hay trabajo.

Por eso muchos deciden quedarse en la ciudad debido a que hay otras condiciones. Además Monterrey y su área metropolitana es una ciudad grande (casi 7;000,000.00 de habitantes) ellos se pueden integrar fácilmente. Te pierdes en la ciudad, porque había un sentido de riqueza que ellos no entendían; y lo que hacían es que iban a mercados y se compraban ropa (de imitación) de ropa de marca y entonces decían que eran de Veracruz principalmente pero también de Tabasco y de los lugares que habían recorrido en su éxodo y que de alguna manera los conocían (los centroamericanos) lo que les permitía pasar como migrante nacional.

De ahí realicé un mediometraje de nombre “a corto plazo” sobre la migración centroamericana en la ciudad.

Y bueno yo también tengo que decir que hemos sido las mujeres las que les hemos dado voz a otras mujeres (en este caso migrantes) como la investigadora del CIESSAS Noreste Severine Durin quien hizo un estudio sobre el trabajo doméstico en Monterrey. Es importante señalar que a la par de Séverine investigadora francomexicana, en el caso de los centroamericanos entrevisté a Hiroko Asakura, japonesa radicada en Monterrey. Mujeres antropólogas extranjeras, interesadas en visibilizar la migración en Monterrey. Y luego también aparecieron otras instituciones como Zihuame Mochilla AC con Carmen Farías, Zihuakalli Casa de la Mujeres Indígenas con Elvira Maya, Gabriela Hernández, Jesusita Mendoza, Reyna y Lili Patricio, Julieta Martínez por mencionar algunas y que son de diferentes comunidades indígenas.  Empezaron a generar acciones, economía y diálogos buscando apoyos económicos del gobierno para los emprendimientos y formas de autoempleo. Bueno, a la par en mi caso, empecé a trabajar sobre todo con mujeres indígenas. Encontré obviamente contrastes entre diferentes grupos de mujeres migrantes indígenas en el caso de las nahuas. Si había muchas prácticas de usos y costumbres muy machistas y patriarcales. Pero ellas resisten desde sus matriarcados comunitarios. Realizaban acuerdos o negociaciones con los hombres para poder generar y tener apoyos como PACMYC y becas del gobierno. A diferencia de las mujeres mixtecas que no podían hacer esos acuerdos. Los hombres mixtecos eran siempre los que decidían.

Lucía y Mariela. Comunidad Otomí, Lomas Modelo. Monterrey, Nuevo León. Archivo y
documentación de Yasodari Sánchez.

RC: En términos de las comunidades indígenas ¿que tipos de prácticas comunitarias representan la preparación de los alimentos, el trabajo manual de las mujeres indígenas, la elaboración de los textiles (especialmente el bordado) y las fiestas comunitarias las cuales se han ligado a tu trabajo? (no solo como procesos identitarios sino como acciones de transformación en zonas urbanas cuando ellos migran).

 YS: Para mi es algo muy importante mencionar la forma en que muchas de estas actividades manuales, tradicionales o festivas se transforman en son sus formas de autoempleo en la ciudad de Monterrey. Bajo la condición del arte, lo he citado a veces está pensado, idealizado o construido desde un lugar ajeno a las personas, la comunidad. Socializado en circuitos específicos y a veces el trabajo del artista y/o de la investigación y/o de quienes a veces participan con estos colectivos o comunidades queda muy sesgado por el dato duro o porque pareciera que la condición del arte tiene que ver con una academia. Entonces a lo que voy es que más que pensar la práctica artística desde un circuito de legitimación limitado por el circuito del arte o la academia, es necesario seguir preguntando los cambios que surgen en urbes como esta (Monterrey) o en esta globalidad (tan de monopolio) con herramientas del deseo (de consumo) muy específicas donde todxs estamos siendo constreñidos, limitados y categorizados. Entonces mis prácticas como artista, tienen que ver también con mi origen al nacer y crecer en una comunidad migrante como la colonia Independencia. Me parece que hay una verticalidad homologada del ocio, el arte, la vida como si no tuviéramos la necesidad de construirnos de maneras más libres, más auténticas y rodeados de afectos sinceros (a pesar de la violencia de esta ciudad).

Por ejemplo, cuando conocí la práctica del bordado con las mujeres nahuas, ellas decidieron que el martes era el único día que lo dedicaban a bordar, sólo eso. Ellas mismas generaban sus espacios (podríamos decir en resistencias comunitarias) pero sin recelo, sin envidias por que una borde mejor que otra. Se juntaban y ellas me decían: el martes solo bordamos. Y para mí era interesante darme cuenta de eso, a diferencia de ellas, estamos insertas en una sobreproducción, hay un interés absurdo de hacer-ser mujer donde los escenarios posibles deben ser la misma representación. Me parece que es una decisión tan sencilla -el de juntarse a bordar-, pueda generar una postura política y resistencia.

Estos contextos los están atravesando las nuevas generaciones de mujeres indígenas, en donde las mujeres hacen una pausa para trabajar sus saberes originarios. Esta experiencia que seguramente se tiene bajo un ritmo más tranquilo en sus pueblos de origen se tiene que tener en medio del trajín incesante de la ciudad.

RC: ¿De qué manera estas acciones comunitarias se transforman y se enlazan con tu propio origen de vida?

YS: A mi me confirman estas acciones tan aparentemente sencillas como bordar, mi propio origen y mi necesidad de trabajar desde el espacio público. Siempre he trabajado desde la reflexión del flujo migratorio, convivir en el espacios de sus prácticas. Por ejemplo, una vez apoyé a las mujeres centroamericanas a preparar sus platillos, me tardé 5 horas en conseguir plátanos (verdes y machos) en ese momento (hace 10 años) no se conseguían fácilmente. Ahora vas al super (HEB por ejemplo) y ya están las hojas de plátano, ya venden sus condimentos. Parece que no, pero los sistemas económicos aprovechan cualquier brecha de consumo. Incluida la del consumo migrante, sin incorporarlos a la economía formal; ellos si tienen consumos globales. Todos estos monopolios alimenticios toman en cuenta las necesidades de estas minorías y actualizan su economía y ofertan sus productos. A mi me sorprende por ejemplo la venta de los tamales de hoja de plátano (que son productos ajenos a la gastronomía regional) se han incorporado a lo cotidiano. Antes estos productos estaban limitados en su venta y consumo a las zonas de ocio de los migrantes (como el parque conocido como la Alameda Mariano Escobedo o a los mercados populares). Y ahora en comercios comunes venden tamales estilo veracruzano y además es fácil obtenerlos. Todos estos saberes están sujetos a procesos de autosustento para las mujeres migrantes indígenas. Ellas hacen tamales, los preparan, los venden y así van generando sus propios recursos de una forma muy orgánica.

Verde como la Hoja de Tamal. Seleccionada en el Segundo Premio Estatal de Arte Nuevo León, con mención honorífica. Archivo y documentación de Yasodari Sánchez. 2020.

Verde como la hoja de tamal, es una pieza realicé en donde la voz de la mujer suele estar representada en ciertos circuitos, hay colores (que dentro del movimiento feminista) representan a la mujer como el verde y el morado. Por eso yo las veía a las mujeres nahuas con una conciencia de autonomía podríamos decir que con una gran voluntad de salir adelante. Además ellas manejan un saber completamente entendido para su vida y su autoempleo. Todo eso me sorprende porque no dependen de marchas o peticiones que se consiguen con movimientos feministas. Sin minimizar todos los logros de políticas públicas y apoyos para las mujeres y los diversos colectivos. Ellas como comunidad son muy fuertes, resisten los cambios en el presente.

Verde como la Hoja de Tamal. Seleccionada en el Segundo Premio Estatal de Arte Nuevo León, con mención honorífica. Archivo y documentación de Yasodari Sánchez. 2020.

La manera en cómo hacen estas acciones desde microeconomías simbólicas y van generando estas otras economías del bordado, de las fiestas, ellas se trenzan el pelo, saben peinar. Además tienen proyectos de milpas urbanas como el frijol, la calabaza, la haba, cosas que son fáciles para ellas. Alimentando a su familia. Eran frases nahuas que tienen que ver con ellas y su contexto. Les pedí que lo bordaran en blanco. Las  cosas que bordan originalmente es desde la memoria de sus paisajes, animales, flores y ahora muchas lo cambiaron a imágenes que se puedan comercializar y vender como Spiderman, Mini-Mickey Mouse, Bob Esponja, por mencionar algunos. Sin embargo, en ese momento las mujeres nahuas no quisieron bordar en blanco, no entendían la razón. Vaya tienen un cierto límite desde el cual no pueden trazar cambios tan abruptos o encargos como el mío. En cambio las mujeres mixtecas sí quisieron bordar. Las mujeres mixtecas de manera diferente tienen mucho más entendido el sentido de sus saberes, están más adaptadas a realizar trabajos interdisciplinarios, abiertas a estudiar, a bordar por ejemplo.

La práctica de las mujeres mixtecas es el tejer con palma natural y plástico. No sabían bordar cuando llegaron a Monterrey; pero la gente de la ciudad pensaba que cualquier mujer indígena por su orígen sabía bordar. Entonces vieron en eso una oportunidad de trabajo, economía y aprendieron a bordar. Son dos estrategias diferentes porque las mixtecas a pesar de que tienen un mayor peso patriarcal sobre ellas, generan economía y estrategias de socialización fuera de la comunidad. A partir de estas reflexiones realicé el largometraje documental TAANDU: Los que estamos aquí sobre la migración indígena en el área metropolitana de Monterrey.

Otra cosa interesante es que las mujeres mixtecas organizaron el primer grupo de matachines (danzantes) en la ciudad de Monterrey. Entonces una de sus líderes Jesusa generó el primer grupo de danzantes con niñas y adolescentes mixtecas, incluso llevaron como ofrenda la danza en las fiestas de San Andrés Oaxaca. También me parecía sorprendente que se empezaron a cortar el pelo (rompiendo esquemas) de lo que “debería ser una mujer mixteca”. Son un gran ejemplo para las otras mujeres, en el caso de la Señora Reyna fue la primera mujer mixteca que usó pantalón (1990). Una puede imaginar tantas cosas pero al final llegar a una ciudad como Monterrey y que los mudaron de los terrenos que ellos habitaban en los márgenes del Río La Silla en un camión de basura para irse a habitar en la Colonia Hector Caballero, en esos momentos era otro Monterrey. Las nuevas generaciones de indígenas urbanos (van por la tercera generación) ya no hablan nahuatl, mixteco, tzotzil por vergüenza, por temor a ser discriminados.

Taandu. Los que estamos aquí. Producción y Dirección Yasodari Sánchez. Seleccionada en el Festival Internacional de Cine de Monterrey. Archivo y documentación de Yasodari Sánchez. 2015.


[1] Fiesta en el día de la Candelaria celebrada en Ilamatlan Veracruz. Chahuatlán Ilamatlán es un pueblo y cabecera del municipio de Ilamatlán ubicado en la región de la Huasteca Baja del estado mexicano de Veracruz

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