Las siete vidas de Carla Stellweg

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The Seven Lives of Carla Stellweg
Written by:
Yohanna M Roa – Editor
Editor INES_Magazina Yohanna M Roa is a transcultural-feminist visual artist, art historian, and art critic based in New York. Ana Tejeda Gallery represents her. She holds a Ph.D. in the History and Critical Theories of Art program from the Universidad Iberoamericana, México, where she graduated...

Bandung, 8 de junio de 1942 – Cuernavaca, México, 20 de octubre de 2025


Por Yohanna M. Roa

Carla Stellweg y Martha Wilson en WhiteBox, Spring Benefit 2012, Ciudad de Nueva York. Archivo de WBX

Carla Stellweg (1942–2025) fue editora, curadora, gestora cultural, archivista, investigadora, escritora, ensayista, profesora e historiadora del arte. A lo largo de seis décadas trabajó de manera transdisciplinar, desplazándose entre el museo, la galería, la revista, el aula y el archivo, entretejiendo pensamiento crítico, práctica curatorial y activismo cultural. Figura clave en la configuración del arte latinoamericano y latinx en los circuitos internacionales, Stellweg entendió el arte no como un conjunto de fronteras, sino como un sistema de traducciones, una conversación continua entre territorios, lenguajes y cuerpos.

Nunca conocí personalmente a Carla Stellweg y, sin embargo, su figura enigmática y vital siempre pareció encarnar una afinidad natural por el riesgo. Mi interés en ella se profundizó mientras trabajaba en el desarrollo del Archivo Histórico de WhiteBox, uno de los proyectos a los que actualmente me dedico. Durante el proceso de organización y catalogación de este material, encontré varias de sus contribuciones—entre ellas, la exposición de 2004 Domestic Arrivals, co-curada junto a Anat Ebgi. A través de estos documentos e imágenes, comencé a percibir la magnitud de su compromiso transnacional y la huella perdurable de su visión curatorial en la identidad de la institución.

Las fotografías que acompañan este ensayo provienen del Archivo Histórico de WhiteBox y constituyen un testimonio de la presencia sostenida de Stellweg en la historia del arte experimental en Nueva York.

Juan Puntes, director de WhiteBox, y Carla Stellweg. Junio de 2012. Archivo WBX.

1. Bandung: Nacer en el “afuera”

Carla Margareta Stellweg nació en Bandung, entonces parte de las Indias Orientales Neerlandesas bajo ocupación japonesa. Aquella primera coordenada, una zona colonial en crisis, marcó su visión del mundo: la conciencia de vivir en tránsito, de habitar la inestabilidad. Como repetía a menudo en entrevistas y clases: “Uno no pertenece a un país, sino a las conversaciones que sostiene.” Esa conciencia del desplazamiento se convirtió en el hilo constante de su biografía y de su pensamiento curatorial.

2. México: Aprendizaje institucional

En 1958 su familia emigró a México. Stellweg se integró rápidamente a la escena artística de la Ciudad de México y comenzó su formación bajo la tutela de Fernando Gamboa, el gran constructor de museos y exposiciones que definió la noción moderna de mexicanidad. Con él trabajó en ferias y pabellones internacionales, en la Expo 67 en Montreal, en HemisFair 68 en San Antonio, en la Bienal de Venecia de 1969 y en la Expo 70 en Osaka, adquiriendo un temprano dominio de los dispositivos museográficos que vinculan arte, política y representación nacional.

En 1973, junto a Gamboa, fundó la revista Artes Visuales, publicada por el Museo de Arte Moderno: la primera revista bilingüe (español–inglés) de arte contemporáneo en América Latina. Entre 1973 y 1981 se convirtió en un experimento editorial único: una plataforma crítica que introdujo el arte conceptual, el pensamiento político y el discurso feminista en una esfera cultural aún conservadora. Su posterior censura por parte de funcionarios gubernamentales marcó el fin de aquella independencia y el inicio del desplazamiento de Carla hacia el norte.

3. Feminismo en clave transnacional

En 1975 organizó en el Museo de Arte Moderno el primer seminario mexicano sobre la expresión femenina en el arte. Su feminismo nunca fue doctrinario: lo practicó como una estrategia de diálogo más que como una etiqueta identitaria. Construyó alianzas con grupos militantes, entre ellos las Guerrilla Girls, mientras desarrollaba una temprana reflexión transcultural, sobre el género y la representación. En los años setenta y ochenta, cuando el feminismo aún se percibía como ajeno a los debates sobre identidad y poscolonialidad, Stellweg lo reterritorializó, convirtiéndolo en un modo de pensamiento transfronterizo.

Su proyecto no consistía en subrayar la diferencia, sino en desactivar las jerarquías: conectar la experiencia de una pintora mexicana con la de una fotógrafa chicana o de una performer europea, sin importar el pasaporte. Ese feminismo de la traducción, más que de los lemas, anticipó los debates que hoy estructuran la discusión del arte.

4. Nueva York: puentes culturales

En 1982 Stellweg se estableció definitivamente en Nueva York. Su llegada coincidió con el auge del SoHo como epicentro del arte alternativo y de los espacios independientes. En menos de un año se había integrado plenamente al circuito neoyorquino: primero como galerista (Stellweg-Séguy Gallery, 1983–85), luego como curadora en jefe del Museum of Contemporary Hispanic Art (MOCHA) (1986–89) y, finalmente, como fundadora de la Carla Stellweg Gallery (1989–97).

Durante más de tres décadas, su loft en East Houston Street funcionó como un punto de encuentro para artistas, curadores y pensadores de todo el continente. El crítico Edward Sullivan lo describió como “una embajada latinoamericana no oficial en Manhattan”.” Allí se reunían figuras como Ana Mendieta, Liliana Porter y Luis Camnitzer, junto con jóvenes artistas que encontraban en Carla una mentora dispuesta a traducir su trabajo a contextos internacionales.

Su galería dio visibilidad a numerosas artistas, entre ellas Magali Lara y Myra Landau, quienes comenzaban a explorar el cuerpo y la identidad como campos de resistencia. Moderó conversaciones como Game Changers: Women Artists in 1970s Mexico (ISLAA, NYU), en las que organizó reuniones para reflexionar sobre la autonomía femenina en contextos de autoritarismo cultural. Su labor curatorial y de asesoría también fue clave en exposiciones como The Latin American Spirit: Art and Artists in the United States, 1920–1970 (Bronx Museum, 1987) y Hispanic Art in the United States (1988), garantizando que estos proyectos dialogaran con América Latina sin folklorizarla.

En un campo aún estructurado por las jerarquías coloniales, Stellweg trabajó por una visión horizontal del arte latinoamericano. A diferencia de los enfoques antológicos de los noventa, propuso una curaduría del tránsito: el arte no como bloque identitario, sino como espacio de intercambio. Se convirtió así en una de las primeras mediadoras entre América Latina y Nueva York, una ingeniera de conexiones que abrió espacios institucionales y discursivos para las mujeres artistas mucho antes de que los grandes museos lo hicieran.

5. WhiteBox: Escenas que se cruzan

Imágenes de la inauguración de la exposición en 2004 en WhiteBox, curada por Carla Stellweg y Anat Ebgi. Archivo WBX.

Su relación con WhiteBox se extendió durante aproximadamente diez años, de 2003 a 2013 (con algunas interrupciones), período en el que formó parte de la Junta Directiva y se desempeñó como directora de Program Funding, además de convertirse en consejera y colaboradora cercana del director artístico.

En 2004 co-curó, junto a Anat Ebgi, la exposición Domestic Arrivals, la primera de una serie que mapeaba escenas regionales desde una perspectiva global. Dedicada a artistas radicados en Miami, la muestra examinaba cómo el núcleo neoyorquino influía y a su vez era influido por las dinámicas culturales del sur de Florida. El proyecto condensaba la metodología de Stellweg: identificar un margen activo, hacerlo visible en el centro y permitir que el intercambio transformara ambos extremos. Su visión curatorial anticipó lo que hoy denominamos curaduría interseccional: articular contextos diversos sin imponer jerarquías.

Carla Stellweg, opening of the 2004 exhibition at WhiteBox

6. Pedagogía y archivo

Entre 2005 y 2022, Stellweg fue profesora en la School of Visual Arts de Nueva York, donde su seminario “What is Latin American & Latinx Art?” se convirtió en un curso de referencia. No buscaba responder la pregunta, sino mantenerla abierta. Su método pedagógico era, en sí mismo, una forma de curaduría: construir espacios de diálogo donde las identidades artísticas pudieran colisionar y recomponerse.

Mientras tanto, su archivo personal, revistas, efímeros, arte correo, correspondencia, fotografías y catálogos, fue adquirido por el Museum of Modern Art (MoMA) y la Stanford University Library. Su trayectoria fue celebrada en el Museo Tamayo (2023) con la exposición «Cultivar». Homenaje a Carla Stellweg, curada por Pablo León de la Barra y Andrea Valencia. Allí, Carla vio su vida convertirse en archivo, su archivo en obra y su obra en memoria viva.

7. Cuernavaca: El regreso al sur

Sus últimos años transcurrieron en Cuernavaca, rodeada de jacarandas y papeles. Desde allí, continuó asesorando en proyectos y acompañando a jóvenes artistas y curadores. Su muerte, el 20 de octubre de 2025, cerró un ciclo vital que había comenzado en otro trópico, pero que nunca dejó de dialogar con Nueva York.

Epílogo

En Nueva York he conversado con artistas a quienes llevó a exponer en México, europeos, asiáticos, latinoamericanos y con otros que ella misma introdujo en la escena neoyorquina. Carla fue tan exigente como impredecible; su temperamento complejo no se separa de su obra. Vivió sin la cautela de quienes temen caer, y por ello, su legado es inconfundible: formó parte de una generación que contribuyó a construir un flujo cultural que hoy damos por sentado.

Latinoamérica se lee de manera distinta en Nueva York que en su propio territorio, y Carla comprendió esa sutileza como pocas. Fue, en el sentido más profundo, una neoyorquina: no por los años que vivió allí, sino por su capacidad para habitar la ciudad como una trama de traducciones. Supo mezclar territorios, sin levantar muros ni defender fronteras. Vivió plenamente sus siete vidas y no desperdició ninguna. A veces las desafió; otras las fracturó, pero siempre las habitó con una pasión sin disimulo.

Carla Stellweg deja un legado de gran magnitud, que requerirá tiempo, distancia y estudio colectivo para ser plenamente procesado. La complejidad de sus proyectos y la historia entretejida de su vida revelan no solo su práctica transdisciplinaria, sino también las profundas posiciones políticas y estéticas que guiaron su quehacer. Su historia no es fácil de clasificar: se despliega entre múltiples territorios, géneros y lenguas, trazando los contornos de un mundo del arte que ella ayudó a inventar y a complejizar por igual.

Su nombre queda vinculado a una certeza perdurable: el arte no tiene centro, solo circulaciones, y solo alguien que ha vivido varias vidas podría haber dibujado ese mapa.

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