Por Semíramis González

Forty Years IIIA (Hand, Over Horizontal Line, 1973). 2013. Impresión cromogénica y grafito
Cortesía de la artista y Galería Espacio Mínimo, Madrid. Foto cortesía del Museo Casa de la Moneda.
La Real Academia Española define el término vestigio como “la señal o el resto que queda de algo material o inmaterial”; sería, por tanto, una huella, algo que hace presente lo que ya no está o que no puede percibirse a primera vista. Quizá por eso tenga más sentido el título de la exposición de Liliana Porter (Buenos Aires, 1941), que se puede visitar en el Museo Casa de la Moneda (Madrid), tras haber sido galardonada en 2023 con el Premio Tomás Francisco Prieto de Medallística de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre.
“Liliana Porter: Huellas y vestigios” es una exposición comisariada por Agustín Pérez Rubio, lo que no es un dato irrelevante, ya que la sintonía y el respeto por el trabajo tanto de la artista como del comisario se reflejan en el cuidado con el que se presenta la muestra. Podríamos afirmar que un buen comisariado es aquel en el que no se nota la intervención del comisario, pero en este caso, diría que más aún, ya que, sin la cercanía entre ambos, sería difícil aproximarse al trabajo de Porter de la forma en que se presenta en esta exposición. Porter es una de las artistas latinoamericanas con mayor trayectoria internacional, con más de cuatro décadas de trabajo, cuya obra se expande en múltiples formatos, siendo en esta muestra las vinculadas al grabado y la obra gráfica las protagonistas, técnicas con las que comenzó a experimentar tempranamente, desde 1964, cuando se asentó en Nueva York. Fue en ese momento cuando entró en contacto con la vanguardia de artistas latinoamericanos que estaban reformulando técnica, concepto, política y poética en el grabado. Junto a Luis Camnitzer y José Guillermo Castillo, Porter fundó The New York Graphic Workshop, colectivo que funcionó entre 1964 y 1970. La idea del colectivo era romper con las concepciones más clásicas del grabado, replantear una nueva definición del mismo y darle protagonismo a su condición múltiple.

To Clean Up Sphere. 2023. Acrílico, figurín y esfera de madera
Cortesía de la artista y Galería Espacio Mínimo, Madrid. Foto cortesía del Museo Casa de la Moneda.
Partiendo de este interés inicial de Porter por la técnica, Huellas y vestigios recorre un trabajo de décadas que, aunque bebe de estos planteamientos, se ha desplegado en esculturas, dibujos, pintura y vídeo. De manera similar, la exposición se desvincula de la construcción occidental del tiempo lineal para favorecer una presentación a modo de antología de un trabajo que circula entre el repensar y volver sobre las formas y los temas, rompiendo con el orden cronológico. Más acertadamente, la exposición se organiza en torno a cinco capítulos temáticos: 1. “Dejar rastro: potencialidad de una acción”, 2. “Líneas de tiempo”, 3. “Naturalezas muertas: entre el desorden, el colapso y la vuelta a la normalidad”, 4. “Hilando en perspectiva” y 5. “Desestabilizar la representación: Arruga del papel al cubo blanco”. La disposición de las salas del museo crea un recorrido circular en el que se invita a romper con el recorrido habitual y comenzar desde el final hacia el principio. Esta estructura responde también al planteamiento curatorial, que evidencia el conocimiento profundo de Pérez Rubio sobre el trabajo y la trayectoria de Porter. Solo así es posible romper un esquema tradicional de exposición y permitir ver, de manera global, todo un recorrido mucho más complejo. Aquí se presenta prácticamente toda la carrera de Porter sin caer en lugares comunes, alejándose de lo repetitivo y planteando una muestra profunda y minuciosa.

Forty Years. (Self Portrait with Square, 1973). 2013. Impresión cromogénica
Cortesía de la artista y Galería Espacio Mínimo, Madrid. Foto cortesía del Museo Casa de la Moneda.
Los temas que han atravesado las décadas de su trabajo se recogen aquí, tales como el interés por la extrañeza de lo cotidiano, la huella de las acciones y su potencialidad, la historia y el tiempo (cómo erradicar su linealidad), la relación entre lo real y la representación… pero también se asoman el humor y una reflexión atravesada por la ironía. Esta exposición nos acerca al trabajo de Liliana Porter de una forma que se aleja de lo habitual, dándonos a conocer una faceta de la artista que siempre ha estado presente, en la que el gesto, las pequeñas escenas de la vida cotidiana o las cuestiones mundanas cobran protagonismo. Todas las cosas que encontraremos en otros trabajos suyos beben también de este enfoque.
Entre las obras presentes, destaco el autorretrato de la artista junto a su propia fotografía tomada cuarenta años atrás, o el paralelismo con una fotografía de su mano, en la década de los setenta, trazando una línea en la pared, y que continúa en 2013 y sigue expandiéndose hasta el día de hoy. Esa huella, ese vestigio, es parte de lo que la ha configurado como artista, un continuo temporal que sigue ampliando horizontes, líneas y formas geométricas cuatro décadas después.

To Fix It (Slava) 2019 Figurín y reloj roto
Cortesía de la artista y Galería Espacio Mínimo Madrid. Foto cortesía del Museo Casa de la Moneda.
La sala final (o la inicial, según por dónde comencemos la visita) es una recreación de la instalación Arruga de 1969, que fue presentada en el Museo de Bellas Artes de Caracas y en el Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago de Chile ese mismo año. El fotograbado adquiere aquí una dimensión monumental, ocupando todo el espacio y desplegándose por las paredes. La instalación se plantea a partir de la reproducción de una imagen de un papel arrugado que, a su vez, se arruga y se desprende de las paredes, rompiendo la frontera entre la imagen y la representación, entre las dos y las tres dimensiones, además de jugar con la idea del cubo blanco y las connotaciones que este tiene. El gesto cotidiano cobra protagonismo aquí, invitando al espectador a tomar el papel, arrugarlo y dejarlo en el suelo de la sala. Esta sala podría decirse que condensa conceptualmente lo planteado en el resto de la exposición: la posibilidad de romper el marco establecido, ya sea a través de la técnica, los temas, la linealidad occidental o la posición del espectador como mero público, quien ahora también es parte de la intervención.
Por último, quiero referirme a ese constante interés de Porter por el tiempo, incluso por su extrañeza. En el catálogo de la muestra se reproduce un diálogo entre el comisario, Agustín Pérez Rubio, y la artista, que nos permite conocer sus procesos de manera más directa, pero también subvertir ese orden cronológico que nos impone Occidente. Ambos han querido dedicar su diálogo a José Martínez Calvo (1955-2023), cofundador junto a Luis Valverde de la Galería Espacio Mínimo, quien siempre apoyó el trabajo de Porter. “Pepe hubiera estado feliz de ver esta muestra y tener esta publicación entre sus manos”, dice la dedicatoria. Un broche de oro para toda una trayectoria artística que nunca ha dejado de fijarse en lo cotidiano, un gesto más en esa delicada línea que Porter lleva trazando durante cuarenta años. El trazo de la mano invisible del cariño hacia quienes la han acompañado todos estos años. Una huella imborrable, un vestigio de lo que no podemos ver, pero que siempre está.

Arruga (Wrinkle Environment). 1969 -2024. Installation of three walls covered with offset sheets and objects.
Cortesía de la artista y Galería Espacio Mínimo, Madrid. Foto cortesía del Museo Casa de la Moneda.
Exposición “Huellas y vestigios, Liliana Porter”. Comisariado por Agustín Pérez Rubio. Del 7 de noviembre de 2024 al 9 de marzo de 2025 en el Museo Casa de la Moneda (Madrid).
Crédito fotos: Vistas de la exposición “Huellas y vestigios. Liliana Porter”. Cortesía: Museo Casa de la Moneda.